CAPITULO 1 - #7



Capitulo 1: De Una

#7 Desconcertado



Dibujo de Dinoman


Después de estar media hora esperando a Tito, apareció de la nada en su auto y me dijo: - Luis, mirá lo que conseguí - mostrandome una bolsita con cucumelos. -¡Nooooooo!- le dije, en tono burlón, y nos metimos a la casa de mi vieja a preparar el té.

CAPITULO 1 - #6




Capitulo 1: De Una


#6 Feliz


                                                Dibujo de Dinoman


No se bien cómo terminé escondido ahí con toda esa gente, sólo sé que estaba corriendo junto con la multitud, escapando de esos tipos enloquecidos y ensangrentados que mordian a todos los que se les cruzaban. "Zombis" empezaron a llamarlos, y con el pasar de las horas acepté la realidad: era el fin del mundo y cada uno estaba por su propia cuenta.


CAPITULO 1 - #5

 

Capítulo 1: De Una



#5 Muerto de calor




 
Dibujo de V.T. Abdala



Calor, mucho calor. Eso es lo que pienso siempre que me acuerdo de esa podrida ciudad. Por suerte ya no vivía allá, y ese día sólo andaba de paseo. Si no fuera por mi familia y amigos, no hubiera vuelto a pisar nunca más la mugrosa ciudad de Salto. ¿Por qué, se preguntan? Zombis. No me refiero a muertos vivos, al menos no en el sentido literal, sino a la gente que está viva pero parece muerta. Las únicas personas que están en este lugar y no son así, están atrapadas. Son gente que no puede salir, a las que algo las tiene atadas, ya sea el trabajo o mismo la plata: la cárcel del hombre. Pero esta historia no se trata de la plata, sino de los zombis.


CAPITULO 1 - #4

 

Capítulo 1: De Una


#4 Agitado



Dibujo de Dinoman


El sol del verano titila
ba suavemente entre el monte de eucaliptus con una sonrisa mellada por las hojas. La paz y el silencio se respiraban en el tibio ambiente. Una joven liebre mordisqueaba distraídamente algun yuyito del suelo. Agazapado como un leopardo, el hombre se arrastraba lentamente, carabina en mano. Una vieja Magnum 22 lanzó destellos metalicos al aire, José era su portador. Veterano del monte. Estaba acostumbrado a las inclemencias del campo, conocía sus secretos y sabía desenvolverse bien con lo poco que se le ofrecía. Su mano no tembló. Suavemente apuntó al cuerpo del animal, que nervioso levantaba la cabeza. - ¡¡¡PUM!!! - El estampido hizo volar todas las aves en un radio de varios metros. Era la octava liebre ese día.